El emperador no tenía descendientes, y se propuso buscarlo
entre sus súbditos más virtuosos.
Para ello reunió a muchos aspirantes y les encargó la
siguiente tarea:
-Recibiréis una semilla, que debéis plantar en una maceta y
cuidarla para que crezca, volveréis en primavera y quien obtenga la planta
cuyas flores sean más hermosas, será quien ocupe el trono.
Entre los candidatos, había una joven llamada: Virtudes que
plantó, regó y abonó la semilla, aunque no creció nada; la cambió de maceta, de
tierra, la puso a la luz, pero ni siquiera salió un pequeño tallo. Llegado el
día de la presentación, muy triste por no haber obtenido resultado alguno,
Virtudes, debido a su honradez, decidió responder de su fracaso
Estaban reunidos todos los aspirantes en palacio, con sus
bellas plantas repletas de flores a cada cual más hermosa, y las mostraron a
los consejeros que iban examinando una a una siendo alabadas por su belleza,
incluida la maceta de Virtudes que cabizbaja, dio cuenta de su frustración.
Reunidos los sabios consejeros, deliberaron rápidamente y el
emperador sentenció:
-Está claro, que la belleza más grande y hermosa que
observo, y como tal es digna de ocupar el trono, es la honestidad de Virtudes.
Ya que las semillas que os entregaron eran vanas y jamás germinarían.
Moraleja: ambiciona honor, y no honores la ambición
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